
Hace diez años pasé una gran crisis vital. Yo ahora se que era una de esas crisis que anteceden el crecimiento.
Saqué a mi hijo del colegio. Me alejé de las actividades de participación asociativa y política , primero para centrarme completamente en la educación de mi hijo y segundo para protegerme de posibles denuncias siendo menos visible en mi entorno del mundo real, aunque muchas personas si sabían lo que estaba haciendo y nunca tuve problemas.
El centrarme en su educación y buscar un trabajo compatible con estar en casa (haciendo traducciones y escribiendo para una revista) me abrió un mundo completamente diferente donde conseguí, por fin, encontrar acompañantes para mi camino vital que si compartieran una visión y una forma de vida, como siempre había querido, pudiendo ser libre de convenciones y, sobre todo, pudiendo expresar mis opiniones y transmitir mis conocimientos sin importar a quien no le gustara.
Y también, gracias a eso, iniciar un proyecto como emprendedora que nos permitió no tener que trabajar para otros y, encima, hacerlo haciendo lo que más amo: comunicar, enseñar, educar, organizar, denunciar abusos y empoderar a las mujeres.
Las crisis duelen. Pero fue necesaria para que hayamos podido disfrutar de estos años fabulosos y estar donde estamos ahora.
Mireia Long